Procesión del Jueves de la Cena

Sayon del paso del Azotamiento del Señor

Antiguamente del convento franciscano en la tarde del Jueves de la Cena, partía la solemne procesión de disciplina, formada por unos seiscientos cincuenta hermanos de luz, vestidos con túnica de bocací negro, antorchas de cuatro pábilos, más otros mil quinientos hermanos de sangre que durante la procesión remedaban devotamente, santamente, el doloroso trance de la flagelación, pasando y repasando por el torso desnudo unas cuerdas de gruesos nudos hasta hacerle brotar sangre.

 

 La Procesión del Jueves de la Cena

Sayón del paso del Azotamiento del Señor de Gregorio Fernández      La Dolorosa de la Vera Cruz a los pies del Santo Cristo del Humilladero.

Antiguamente del convento franciscano en la tarde del Jueves de la Cena, partía la solemne procesión de disciplina, formada por unos seiscientos cincuenta hermanos de luz, vestidos con túnica de bocací negro, antorchas de cuatro pábilos, más otros mil quinientos hermanos de sangre que durante la procesión remedaban devotamente, santamente, el doloroso trance de la flagelación, pasando y repasando por el torso desnudo unas cuerdas de gruesos nudos hasta hacerle brotar sangre.

El donoso escritor portugués Phinheiro de Veiga “vio alguno llevar trozos de sangre coagulada de más de libra“. Ante tan cruenta penitencia no es nada extraño que los estatutos de la cofradía recomienden a sus alcaldes y mayordomos que al retorno “tengan gran cuidado de tener en el dicho Monasterio de Nuestro Padre Señor San Francisco, aparejado lavatorio para curar y lavar las llagas…” En los claros iran los “pasos”, grupos escultóricos, que revivían con perfil humano, los episodios divinos:

    La Oración del Huerto, El Azotamiento, Ecce-Horno, El Descendimiento, todos tallados con sencillez expresiva e infinita devoción, por las gubias de Gregorio Fernández y sus discípulos. Presidiendo el cortejo la Virgen llena de dolor, sentada al pie del leño santo. Todos los años, en la noche del Jueves Santo, la Virgencita de la Cruz se acerca al pueblo, nimbada con la excelsa diadema del dolor; dolor que pone en los labios sentida plegaria y en lo intimo del alma infinitos anhelos de eterna luz…