Ofrecimiento de los Dolores 2016

  OFRECIMIENTO DE LOS DOLORES 2016  

A CARGO DE:  

D. MANUEL ÁNGEL GORJÓN RECIO

  General Jefe de la IV Subinpección General del Ejército de Tierra

 

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“Estos días están siendo jornadas de intensa emoción en las que nuestra alma se ha conmovido, no solo por el recuerdo de lo que Dios hizo, sino también por su misma presencia, caminando con nosotros, una vez más, en la tierra del nacimiento, la muerte y, en unas horas, la resurrección de Cristo. Y en cada paso de esta peregrinación María ha estado y está con nosotros, iluminando nuestro camino y compartiendo las alegrías y penas de sus hijos e hijas.

  OFRECIMIENTO DE LOS DOLORES 2016 

A CARGO DE:   

D. MANUEL ÁNGEL GORJÓN RECIO

General Jefe de la IV Subinpección General del Ejército de Tierra

 

ssanto13

 

“Estos días están siendo jornadas de intensa emoción en las que nuestra alma se ha conmovido, no solo por el recuerdo de lo que Dios hizo, sino también por su misma presencia, caminando con nosotros, una vez más, en la tierra del nacimiento, la muerte y, en unas horas, la resurrección de Cristo. Y en cada paso de esta peregrinación María ha estado y está con nosotros, iluminando nuestro camino y compartiendo las alegrías y penas de sus hijos e hijas.

 

Con María, Mater dolorosa, estamos a la sombra de la cruz y lloramos con ella por la aflicción de Jerusalén y por los pecados del mundo. Estamos con ella en el silencio del Calvario, y vemos brotar sangre y agua del costado traspasado de su Hijo. Al tomar conciencia de las terribles consecuencias del pecado, nos sentimos impulsados a arrepentirnos de nuestros propios pecados y de los pecados de los hijos de la Iglesia en todos los tiempos. ¡Oh, María, concebida sin pecado, ayúdanos en el camino de la conversión!”

 

Querida Madre, perdóname por no haber encontrado mejor manera de comenzar este ofrecimiento de los Dolores que con esta reflexión del papa Juan Pablo II, bella y llena de amor, en cualquier caso.

 

Madre también te pido que me perdones ya que siendo un humilde soldado, hombre de armas y de escasa pluma, aunque animado en estos avatares por los versos del insigne militar, escritor y sacerdote, Calderón de la Barca,  cuando nos recordaba que “la milicia no es más que una religión de hombres honrados”, me he atrevido a presentarme hoy ante ti para, como todos los años lo han hecho personajes ilustres de nuestra querida ciudad, ofrecerte en nombre de todos los ciudadanos y ciudadanas de Valladolid los dolores que afligen a nuestra sociedad, y así compartir tu dolor.

 

 Pero permíteme Señora, Reina de las Vírgenes, que este año sea un tanto especial, no por la calidad o relevancia del oferente, sino porque este año queremos hacer a Valladolid más universal que nunca, recogiendo el dolor de millones de personas que sufren mucho más que nosotros, y sobre todo, lo hacen más allá de nuestras fronteras por diversas causas, como el odio, el fanatismo religioso o político, el racismo, o la muerte violenta, y de la que, por desgracia, los militares españoles hemos sido testigos privilegiados, y en ocasiones victimas también, durante los últimos años en diversas zonas y países en conflicto. Es por eso que, como máxima autoridad militar de Valladolid y, sin querer pecar de vanidad, con mi experiencia durante la participación en misiones de paz a lo largo de más de 20 años en países en guerra como Nicaragua, El Salvador, Bosnia, Kosovo, Líbano y Afganistán, me atrevo a poner voz a los militares de Valladolid que han compartido estas y otras experiencias de dolor por los cinco continentes durante las  últimas décadas y que, por desgracia, siguen siendo hoy triste actualidad en muchos de los conflictos que azotan a la humanidad.

 

 Pero antes, Madre Dolorosa, permíteme, con permiso del señor Cardenal que realza este acto con su Presidencia, que agradezca a todas las autoridades, cofrades, amigos, compañeros y feligreses por estar hoy aquí acompañándonos con gran devoción en este ofrecimiento, y sobre todo que agradezca a todos los hermanos de la Cofradía de la Santa Vera-Cruz, en particular a su alcalde-presidente y a su secretario general, por haberme honrado con este encargo de enorme responsabilidad y que espero, con la ayuda de Dios, estar a la altura de este acto, referencia dentro de la celebraciones de la Semana Santa española.

 

También, Madre de Cristo, te ruego que tengas presente en este día los ofrecimientos realizados en años anteriores y que, como bien sabes, siguen estando en nuestros corazones ya que las causas de sufrimiento nos siguen golpeando y causando dolor. Ese dolor por la pérdida de algún ser querido en el último año, por el padecimiento de enfermedades graves de algún familiar, amigo o conocido, por los que siguen sin trabajo y no pueden mantener a su familia de una manera digna, por los excluidos sociales,  por los que no encuentran el camino para estar más cerca de Jesucristo,  por los perseguidos por la fe o, simplemente, por aquellos que son marginados en nuestra sociedad por sus creencias religiosas o por la intolerancia.

 

El relato que te voy a presentar, querida Madre, Reina de la Paz, habla del pasado reciente de países que han sufrido o sufren conflictos y de los que los militares, en general, y los que servimos en esta ciudad, en particular, hemos sido testigos, como decía antes; y aunque en la actualidad esta situación ha mejorado considerablemente en la mayoría de ellos, debemos ser conscientes de que estas mismas circunstancias dolorosas se siguen produciendo hoy en día en algunos de ellos, como Líbano y Afganistán,  y en otros distintos, como Siria, Irak, Mali, Republica Centro Africana o Somalia, por lo que el ofrecimiento que hoy traigo ante Ti está, desgraciadamente, de plena actualidad.  

 

                                         ————-O————–

 

Empecemos por el año 1991 en Nicaragua. Tras varias décadas convulsas, como consecuencia de dictaduras, revoluciones y contrarrevoluciones, en las que los abusos de poder, la corrupción, la falta de democracia pluralista y la exclusión política de las grandes mayorías eran el pan nuestro de cada día, la población civil se vio abocada a la miseria, persecuciones políticas, encarcelaciones y asesinatos. Este es el escenario que los militares nos encontramos: una población sumida en la tristeza, el pesimismo y el sufrimiento, tanto físico como psicológico; sufrimiento que tratábamos de aliviar dentro de nuestras posibilidades. Así, ¡Cuantas “platicas” diarias manteníamos con ellos para que trataran de tener esperanza y viesen su futuro con mayor optimismo¡

 

Madre de misericordia, en primer lugar quisiera ofrecerte el sufrimiento y dolor de todos aquellos que como consecuencia de los fanatismos políticos han padecido (y siguen padeciendo) la falta de los derechos más elementales, como el derecho a la vida, a la integridad, a la seguridad de las personas, y a la libertad de expresión, y que a nosotros, desde el confort de nuestros hogares, nos parecen               tan normales y a los que muchas veces no les damos la importancia debida.

 

Te ruego Santa Madre de Dios, Consoladora de los Afligidos, que intercedas ante Jesucristo por todos los hombres y mujeres perseguidos por esta sinrazón de la intolerancia política llevada a los máximos extremos.   

 

  

 

Algo más de un año después, sin salir de Centroamérica, fue El Salvador el escenario que nos sirvió para constatar que los conflictos son también el resultado directo de la desigualdad económica y social, y de la miseria de las mayorías. Las grandes desigualdades de la distribución de la riqueza durante las décadas de los 70 y 80 había llevado a este país centroamericano a una larga guerra civil, en forma de guerra de guerrillas, entre el gobierno y las clases dirigentes, por un lado, y la izquierda revolucionaria, por otro, y donde las superpotencias, en el contexto de la guerra fría, jugaron un papel fundamental apoyando a uno u otro bando, en función de sus intereses.  Las consecuencias eran bien evidentes para la población, en particular la gente de las áreas rurales, que sufrieron durante muchos años inseguridad, exclusión, pobreza, miseria e injusticia social.

 

En este contexto, Madre admirable, te pido por todos aquellos que sufren las consecuencias de las grandes desigualdades económicas y sociales que padece nuestro mundo, consecuencia en muchas ocasiones de las guerras injustas y que llevan a nuestros semejantes a vivir en condiciones de extrema pobreza, desesperación, discriminación, marginación y exclusión social, e incluso a perder la vida de forma violenta.

 

Ayúdales Señora, Virgen fiel, a que, igual que tu supiste mantenerte firme junto a la cruz y no te dejaste derrumbar por el dolor, ellos sean fuertes también ante el dolor y sufrimiento que les ahoga y no pierdan la esperanza y la confianza en el Dios que nos ama y que nos anuncia, con la resurrección de su Hijo, nuestra propia resurrección.

 

Miremos ahora a Europa, la cuna de la cultura occidental, y en concreto a la antigua Yugoslavia, año 1993. ¿Quién nos iba a decir a nosotros que en el corazón de Europa, y con la experiencia del horror vivido durante el holocausto judío en la II Guerra Mundial, se iban a producir nuevos episodios de limpieza étnica? La desmembración de la antigua Yugoslavia tuvo múltiples causas y consecuencias, pero una de las más horribles fue la guerra en Bosnia, guerra sangrienta y brutal en la que la falta de territorios étnicos claros, al estar las diferentes etnias mezcladas a lo largo de toda la república yugoslava, fue la excusa perfecta para llevar a cabo una limpieza étnica para crear estados 100% étnicamente puros. El método era simple: forzar con violencia extrema a la población civil de las etnias no afines, la mayoría mujeres, niños y ancianos, a que abandonasen sus casas y pueblos y se marchasen a otras zonas. Si se resistían eran detenidos, torturados y asesinados, eliminando sus símbolos culturales y religiosos; cementerios y lugares de culto cristianos, musulmanes y ortodoxos, en función de la zona en la que se encontraban, fueron derribados sin piedad.

 

Querida Madre amable, tú qué sabes el dolor y pena que conlleva la muerte de tu hijo amado, alivia el dolor de los que sufren persecución e incluso la perdida de familiares y seres queridos como consecuencia del simple hecho de tener un color de piel o una raza diferente, o pertenecer a distinta etnia.

 

Ayúdales, Virgen poderosa, a no perder la esperanza en la capacidad del hombre de superar el mal, con la gracia de Dios, y a no caer en la resignación y en la indiferencia ante conflictos y guerras de este tipo que destruyen, no solo las riquezas materiales, culturales y sociales, sino también, y por mucho tiempo, la integridad moral y espiritual de las personas.

 

Siguiendo en Europa y dentro del escenario de la guerra en los Balcanes, Kosovo en el año 2000 iba a representar un peldaño  más en la escala de dolor y sufrimiento para la población civil, y eso que creíamos que en Bosnia ya habíamos visto todo el horror que un ser humano podía asimilar. Si en Bosnia el eje central del horror cabalgaba bajo la bandera de la limpieza étnica, aquí en Kosovo iba a tomar un protagonismo especial el odio irreconciliable entre sus habitantes de origen albanes (musulmanes), y que representaban el 90% de la población de la provincia, y los de origen serbio (cristianos ortodoxos), que a pesar de ser la minoría controlaban la provincia de manera absoluta. Este odio se remontaba al siglo XIII, cuando los turcos derrotaron a los serbios y los desplazaron hacia el norte, islamizando la región y dejándola en manos de los albaneses; sin embargo, hasta el comienzo del siglo XXI no había vuelto a brotar de forma tan violenta y salvaje. Numerosos informes y denuncias por crímenes contra la humanidad, cometidos por los dos bandos, han ido saliendo a la luz pública después del conflicto y su contenido ha removido la conciencia de todos nosotros y nos han hecho avergonzarnos al constatar hasta dónde puede llegar la maldad de un ser humano cuando se aleja de Dios.

 

Querida Madre Celestial, Reina de los Mártires, ayúdanos a desterrar de nuestros corazones toda mentalidad que cultive el odio, el rencor, la desconfianza y el orgullo que solo contribuyen a generar violencia, dolor y desesperación entre los hombres.

 

Te rogamos, amada Virgen Maria, que intercedas por nosotros ante Jesucristo para que toda clase de odio desaparezca de la faz de la tierra y así poder aliviar el tremendo dolor y desesperación de aquellos que sufren sus consecuencias, para que encuentren en el amor y la misericordia de Dios consuelo y fortaleza para superar el sufrimiento.

 

Cambiamos de continente y nos situamos en Oriente Medio, en concreto en el sur del Líbano, año 2009. Allí nuestros militares están presentes como fuerzas de pacificación, al amparo de NNUU, desde 2006, aunque el conflicto del Líbano comenzó en el año 1975 con el inicio de la guerra civil, cuyo origen hay que buscarlo en el fanatismo religioso consecuencia de la intolerancia y de las fuertes diferencias religiosas latentes en este país mediterráneo y que hoy persisten. Sin entrar en detalle en sus orígenes, sí parece conveniente subrayar que, aunque en Líbano no existe una religión oficial, el Estado reconoce y protege el culto de 18 confesiones religiosas, siendo los grupos étnicos y religiones predominantes: musulmanes (en torno al 60%), cristianos y drusos. Además, las instituciones políticas de Líbano a menudo desempeñan un papel secundario en relación con las organizaciones religiosas, y los partidos políticos están estrechamente unidos a una determinada línea confesional. Todo esto, unido al conflicto con su vecino judío del sur, Israel, ha tenido graves consecuencias para la población de la zona que ha sufrido durante muchos años la muerte violenta de miles de civiles, el desplazamiento forzado de millones de personas que se quedaron sin techo y en la miseria, múltiples violaciones de derechos humanos y la devastación de las infraestructuras básicas para poder vivir, como centrales eléctricas, plantas de tratamiento de agua, viviendas, puentes y carreteras.              A nadie se le escapa que algunas de estas consecuencias del fanatismo religioso las estamos padeciendo también aquí en Europa, como ha ocurrido recientemente en París y Bruselas.

 

Querida Madre de la divina gracia, ¿Cómo se puede, en nombre de la religión, cometer tales atrocidades? Como nos relata el Antiguo Testamento, Jesús murió en la cruz porque quienes le crucificaron creyeron que estaban cumpliendo el mandato de Dios. Han pasado más de 2000 años y seguimos sin conocer y amar a Dios de verdad, ya que los que le conocen y aman se sitúan en el “genuino sentimiento religioso” que no es otra cosa que respeto mutuo y armonía entre los pueblos, principal antídoto contra la violencia y los conflictos.

 

Por eso te pedimos, Oh Siempre Dulce Virgen María, que nos ayudes a vivir el auténtico sentido religioso para que de esta forma podamos erradicar el sufrimiento causado a nuestros semejantes usando el Nombre de Dios en vano, y te suplicamos alivies las penas y el dolor de esa pobre gente que, en muchas ocasiones, no han conocido más que guerra y violencia.     

 

Para el sexto ofrecimiento nos vamos a Afganistán, hace apenas tres años (2013), donde nos encontramos un país colapsado por una guerra que dura ya más de veinte años, y que ha exigido un enorme esfuerzo y sacrificio de los militares españoles desplegados en esta zona de operaciones desde enero de 2002, en donde un centenar de nuestros mejores hombres y mujeres dejaron su vida en la defensa de la estabilidad de aquella  región y en lograr un mejor futuro para las gentes de ese país asiático. Pero además de la lucha contra el terrorismo internacional, llevado a cabo por la coalición internacional en Afganistán, el país ha sido devastado y asolado por las luchas intestinas entre las bandas tribales lideradas por señores de la guerra, que son, muchas veces, piezas de ajedrez manejadas por intereses de las potencias de la zona. La violencia en forma de atentados y ataques indiscriminados contra civiles, militares y funcionarios públicos a lo largo de todo el país, ha supuesto (y supone) unas cifras alarmantes de muertos, heridos y desplazados, con el sufrimiento que supone para todos ellos y sus familias, como estamos viendo estos días en las fronteras de nuestra querida Europa, en donde refugiados de este país y otros, como Siria o Libia, tratan, no ya de vivir dignamente sino de sobrevivir.   

 

Madre de Dios, después de ver tanta violencia en este país, en esta región y en otras tantas zonas como estamos viendo en nuestros días, yo me pregunto ¿Qué sucede en el corazón del hombre? ¿Qué sucede en el corazón de la humanidad? ¿Cuándo vamos a conseguir que el mundo se convierta en una comunidad de hermanos que se respetan, que aceptan su diversidad, que cuidan unos de otros y que huyen de la violencia?, como nos decía recientemente el Papa Francisco.

 

Madre, tu que eres bondad infinita, tu que nos demuestras cada día como tu corazón herido se agranda para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los amas como los amaba Jesús, enséñanos a vivir como verdaderos cristianos con la fuerza de la verdad, de la justicia y del amor, renunciando a cualquier tipo de violencia, que no trae más que dolor y sufrimiento.

 

Te pedimos, Madre de Jesús, por todos aquellos que padecen la muerte o el sufrimiento por causa de la violencia, y por los responsables de estas situaciones; ayúdales a comprender y a vivir cada día la fraternidad que brota del corazón de tu Hijo, para llevar paz a todos ellos en esa querida tierra.

 

Y llegamos al último de los dolores que hoy traigo anti ti, Señora, Madre de la Iglesia.

 

Muchos han sido nuestros compañeros, que en el cumplimiento del deber y el deseo de aliviar el dolor de nuestros semejantes más necesitados, como consecuencia de conflictos armados o catástrofes naturales, han acudido fuera de nuestras fronteras con ilusión, entrega y vocación de servicio, dejando el calor del hogar, la compañía de sus seres queridos y las comodidades de nuestra vida cotidiana para pasar frio, sufrir incomodidades y penalidades, llorar de rabia e impotencia al comprobar el dolor y sufrimiento de tantos civiles (mujeres, ancianos y niños en su mayoría) sin poder hacer nada en muchas ocasiones, y asumir riesgos que les han llevado a perder la vida por los demás.

 

O sin salir de nuestras fronteras, aquí en nuestra querida España, cuantos de nuestros compañeros militares, junto con los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de civiles, fueron asesinados vilmente en las últimas décadas por defender nuestra democracia, nuestro modelo de convivencia y nuestra libertad, evitando que se instaurase un estado de violencia y terror como el que han sufrido y sufren las poblaciones de los países en conflicto, algunos de los cuales acabo de citar.   

 

El dolor de esas madres, esposas, compañeras, hijos y familiares, que han perdido de forma trágica e inesperada a su ser querido, y donde incluyo a los familiares de las victimas del último atentado terrorista de Bruselas, es el que te presento en último lugar.

 

A ti María, Virgen digna de alabanza, en tu advocación de la “Virgen Dolorosa”, ejemplo de todas las madres que sufren hasta lo indecible por sus hijos, tu que nos enseñas que para quien ha puesto su confianza en Dios y deja que sea el Espíritu quien conduzca su vida, es posible ESTAR DE PIE ante la cruz del hijo que sufre y muere, y desde ahí animarlo y acompañarlo,

 

Te pedimos Señora que intercedas ante Jesucristo por todas las madres que aún sienten su corazón “atravesado por una espada”, para que les ayudes a llevar su dolor con dignidad y les alivies de su profunda pena.

 

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Finalmente, Virgen de los Dolores, primera creyente en Jesucristo, Madre que siempre nos has cuidado y consolado en los momentos difíciles, como los vividos por nuestros soldados a lo largo de los cinco continentes, te pido que nos ayudes a todos nosotros, tus hijos de esta ciudad de Valladolid, que hoy ha querido abrir una ventana al dolor del mundo y compartir el tremendo sufrimiento de nuestros semejantes más allá de nuestra querida España, a recorrer los pasos de tu Hijo que van desde la gloriosa encarnación hasta su muerte dolorosa en el Calvario, y que, como madre de todos nosotros, nos guíes siempre por este sendero de fe, esperanza, caridad y misericordia infinita, que tiene su final en el Cielo.

 

Confío estas ofrendas, y las que cada uno de nosotros tiene en lo más profundo de su corazón, a la intercesión de Maria Santísima, Virgen de los Dolores, madre en el amor y madre en el dolor, atenta siempre a las necesidades de la humanidad, para que obtenga de su Hijo Jesús, príncipe de la Paz, el cumplimiento de nuestras suplicas y la bendición de nuestro compromiso diario en favor de un mundo fraterno, solidario y en paz.    

 

Que así sea y que Dios os bendiga.

 

Muchas gracias.

 

                                                                               General Manuel Gorjon Recio

 

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Podéis ver más fotografías de este acto en esta noticia